Barcelona no existe. Pero que no cunda el pánico, quiero decir que no existe una sola Barcelona. Así mejor ¿no? Barcelona es una ciudad muy transformer, con una gran capacidad de mostrarse diferente ante cada uno sus visitantes. Puede ser una gran metrópoli y al mismo tiempo albergar barrios que todavía recuerdan a un pueblo como sucede con las zonas antiguas de Sarriá o Sants o Gracia. Pero tal vez el ejemplo más notorio en ese sentido sea ese pequeño rincón de toma su nombre en forma de diminutivo: la Barceloneta.

Hoy, en medio del bullicio de visitantes, paseantes, vendedores, terrazas de bares y restaurantes se hace difícil imaginar que hasta068-barceloneta-001 mitad del siglo XVIII esta zona estaba deshabitada. Solo era un terreno ganado al mar por acumulación de arenas y aluviones alrededor de la isla de Maians. Pero pronto la ciudad mayor, Barcelona, le vio posibilidades a la pequeña Barceloneta. Al principio para alojar a los vecinos desplazados por el derribo del barrio de la Ribera. Como el asentamiento empezaba a ser caótico, esta vez las autoridades anduvieron prestas en trazar un plan urbanístico militar ya que las construcciones se hallaban bajo la jurisdicción de la Capitanía General de Cataluña y en el radio de acción de los cañones de la Ciudadela. De ahí que a pesar de ser un barrio popular de pescadores y trabajadores portuarios sus calles estén trazadas con tiralíneas y las construcciones guarden un estilo preciso. Esta simetría se desbordó con el paso del tiempo y el crecimiento del barrio pero todavía le confiere una apariencia curiosa. Por ello, amantes de la arquitectura, sepan que tanto en el interior de las callejuelas como en el Paseo Juan de Borbón, de construcción posterior que marca la fachada noble del barrio frente al mar, encontrarán notables ejemplos arquitectónicos y que esta visita les ha traído a uno de los pocos antiguos barrios europeos con fecha de fundación: 3 de febrero de 1753.

Poco a poco el barrio fue habitándose por pescadores y trabajadores del puerto, más tarde por obreros de las industrias vinculadas con los astilleros, siguieron épocas de decadencia pero también de transformación como la vivida con las Olimpiadas del 92. Aunque parezca extraño, Barcelona y los barceloneses han vivido mucho tiempo de espaldas al mar y, precisamente, la Barceloneta, con sus chiringuitos y restaurantes a pie de playa, con Las Golondrinas, esas embarcaciones de recreo que recorren el puerto, o con los Baños de San Sebastián eran su único punto de contacto entre la vida cotidiana y el Mediterráneo.

Hoy el barrio vive sus contrastes y trata de definirse a través de ellos. Tiene a la espalda los modernos edificios de la Avenida Icaria, enfrente el famoso Hotel Vela modificando con su particular perfil la línea de la costa, o los lujosos yates atracados en el puerto. Pero si se mira hacia el interior, las callejas diminutas todavía invitan a los pequeños descubrimientos: la librería de novela negra Negra y Criminal, los bares de solera como el Bar Electric o el Bar Leo dedicado a la memoria del cantante Bambino, la fuente que homenajea a la gran bailarina Carmen Amaya, la iglesia de Miquel del Port en la plaza de la Barceloneta, el arco que recuerda que el barrio albergó una de las fábricas más importantes de la revolución industrial catalana: la Maquinista Terrestre Marítima.

Antes de adentrarnos en el barrio podemos visitar el edificio del Palau de Mar, situado en la Plaça Pau de la Vila, donde se encuentra actualmente el Museu d’Història de Catalunya. Arriba un restaurante bar con magníficas vistas del puerto y la curva del Morrot al fondo, estribación montañosa que cantara el rumbero Gato Pérez. A bajo, entre soportales y palmeras, las terrazas de restaurantes que preludian la abundante oferta gastronómica del barrio. Si todavía no nos aprieta el hambre o las ganas de tomar unas cervezas podemos pasear por el Moll dels Pescadors, donde encontramos un viejo faro del año 1772 reconvertido en Torre del Reloj a mediados del siglo XIX. Su tranquila presencia, que ha visto pasar miles de embarcaciones, ahora se refleja en las cristaleras del moderno centro comercial Maremagnum al que se accede mediante un puente abatible. Muy cerca abre sus puertas el acuario más grande de Europa, el Aquàrium.

merenderos 1948Pero si queremos playa, sigamos desde Pau de la Vila todo recto hasta el mar. Entendámonos, no se trata de una playa paradisíaca pero pocas son tan animadas como la de la Barceloneta. Grupos de gente haciendo yoga, deporte o bailando, vendedores ambulantes, masajistas, artistas de la arena, acróbatas, músicos… ¿la última sensación? El cine al aire libre en la playa. Todo cerca, todo a mano, todo de barrio… ropa tendida y vecinos hablando sentados a la puerta de su casa, tapas tradicionales o nuevos puestos de frutas y zumos, bodegas viejas de chato de vino o tiendas nuevas de tablas de surf. La pequeña Barcelona es muy grande.

En los últimos tiempos la descontrolada oferta de apartamentos turísticos tiene molestos a los vecinos del barrio, de natural muy acogedor, y se hace necesaria una fórmula que equilibre las ganas de diversión y los objetivos comerciales con la tranquilidad vecinal y un desarrollo sostenible para todos.

Y para acabar con el mejor feeling este tema del músico barcelonés Josele Sangüesa, buen conocedor del barrio y de sus encantos, que compuso está canción bajos los influjos de la luna de la playa de la Ostia (sí, así es como se conocía familiarmente el barrio). Interpretan el propio Josele y otro músico enamorado de la Barceloneta, Santiago Auserón.

Caníbala – Chula de Playa