¿Conoces la Plaça Reial de Barcelona? Seguro que sí o que la has visto en miles de postales y fotos de Instagram. Es uno de los puntos más concurridos de la ciudad y sin embargo guarda la luz y la tranquilidad de una  plaza clásica. Hoy te hablaremos de algunos de sus secretos mejor guardados.

De la calma a la marcha

Quién irá a suponer que, en el emplazamiento de una de las plazas más emblemáticas de Barcelona, la Plaça Reial, se encontraba el tranquilo convento de monjes capuchinos de Santa Madrona.  Y quién hubiera dicho que esta obra realizada en 1848, por el arquitecto Daniel Molina en un equilibrado estilo neoclásico sería lo que es hoy: un lugar de encuentro de la Barcelona más marchosa.

Esta es una gran plaza al estilo de las europeas de la época pero no se construyeron en ella ni galerías comerciales ni teatros como en París o en Praga. El conjunto de sus edificios resulta bastante uniforme con una planta baja porticada y las fachadas adornadas con motivos de terracota clásicos, bustos de navegantes y de exploradores americanos y escudos soportados indios.

Su construcción plantea una disposición singular de los elementos arquitectónicos consiguiendo que la plaza parezca cuadrangular cuando en realidad es trapezoidal. El arquitecto acertó dando cabida en su estructura a varios pasajes que conectan el espacio con las callejas del trazado medieval que habían quedado cortadas por la plaza.

Elementos decorativos: Gaudí nos ilumina

Los más observadores verán que sus farolas son muy originales. El motivo es que fueron diseñadas por un genio que aún no era muy conocido en ese momento: Antonio Gaudí.
Imitando el ramaje de un árbol, con ese amor por las formas naturales que caracterizó al arquitecto, la farola se sostiene por un pie de mármol negro y, en el extremo superior, se pueden ver serpientes enredadas con los símbolos del dios Mercurio protector del comercio, justo una de las actividades más importantes de Barcelona.
Este magnífico modelo tenía que haber sido el de todas las farolas de la ciudad. Pero eran demasiado caras así que solo existen cinco ejemplares: dos en esta plaza y tres en Pla de Palau.

Como veis, la presencia de las obras del arquitecto Gaudí es un motivo recurrente en todos los barrios de la ciudad.

La fuente del centro, que representa Las Tres Gracias, fue construida en 1876 y la diseñó un francés, Antoine Durenne, autor de varios monumentos en España, concretamente en Huesca y en Málaga. Cuando se inauguró, en la plaza también había una estatua de Fernando el Católico pero  la destrozaron a pedradas. Algún que otro incidente violento tuvo lugar entre estas columnas pero afortunadamente la alegría se ha impuesto en el lugar.

Una plaza con mucho arte

Uno de sus edificios alberga la Fundación Setba que tiene su origen en los proyectos culturales de Setba Zona d’Art, un espacio polivalente destinado a la difusión del arte y la cultura. Aquí se realizan exposiciones y conferencias pero, además, hay que mencionar que  en este mismo lugar vivieron el filósofo catalán Francesc Pujols y el mítico agitador bohemio Ocaña, todo un símbolo de la Barcelona transgresora de la época post franquista conocida como la Transición. Allí vivió también el famoso cantautor Lluís Llach y trabajó el escultor Josep María Subirachs.
La Fundación se puede visitar unos meses al año y lo más interesante es que, desde 2012, reúne un archivo con la memoria de la Plaça Reial con obras y objetos sus habitantes más emblemáticos. 

Plaza Real de Barcelona

En los años 80, los arquitectos Frederic de Correa y Alfons Milà remodelaron la plaza, añadieron sus características palmeras y suprimieron el tráfico. Precisamente, en el número 18 de la plaza se encuentra el despacho de arquitectura MBM que cuenta con los famosos Bohigas, Martorell, Mackay, Capdevila y Gual. Y también se encuentra la redacción de la revista de ocio Time Out Barcelona.

Locales míticos para todos los gustos

Pero realmente a esta plaza se la conoce por ser uno de los lugares con más encanto turístico y por su oferta de ocio que se materializa en sus terrazas y bares. Sobre todo en dos de sus establecimientos estrella: la sala de Jazz Jamboree y el tablado flamenco Los Tarantos. 
El escenario del Jamboree lleva años convocando las actuaciones de figuras internacionales de jazz. Recientemente también se ha abierto a otros estilos y, llegada la madrugada, se convierte en un estupendo dance club. 

Esta plaza polifacética cuenta también con las salas de conciertos Sidecar y Karma y el mítico bar Glaciar.

Por mencionar algún lugar ya desaparecido, os diremos que en el  nº8 abría sus puertas el Museo Pedagógico de Ciencias Naturales  y el Gran Café Español frecuentado en su época dorada por famosos como Ava Gardner, Mario Cabré, Joan Miró y Salvador Dalí. 

Y si hablamos de locales es imprescindible visitar el Ocaña; un restaurante tan original como el personaje que le dio nombre: José Pérez Ocaña. Tal como os hemos comentado fue un travesti e icono de la contracultura que “reinó” en la plaza junto a insignes artistas como los dibujantes Nazario y Copi.

Desde aquí, y tras una cervecita refrescante, podéis  visitar: La Rambla, el mercado de La Boquería, el teatro del Liceu, la plaça Sant Jaume… y un sinfín de lugares del top ten de Barcelona.